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La fortaleza

Meša Selimović

ISBN: 978-84-15509-79-0

Encuadernación: Cosido

Formato: Rústica con solapas

Fecha de publicación: 8/2/2023

Número de páginas: 492

Traducido por: Miguel Roán

Epílogo: Miguel Roán

Imagen de cubierta: Detalle de acuarela Sarajevo, ciudad vieja en invierno de Fuad Arifhodzic

PVP: 25,50 EUR

eBook: 11,99 EUR

La fortaleza es una de las obras imprescindibles de la narrativa yugoslava y, junto con El derviche y la muerte, la cumbre literaria de Meša Selimović. Desplegándose a modo de fábula moral, La fortaleza nos traslada al Sarajevo otomano del siglo XVIII para hacernos testigos de la vida y suerte de Ahmet Šabo, un joven que acaba de regresar de la guerra y que deberá abrirse camino en una sociedad que, a ojos de quien ha sobrevivido a los horrores de un conflicto armado, se revela absurda, hipócrita e injusta. 

La candidez de Ahmet Šabo, inmerso en un itinerario imposible en pos de la verdad y el sentido, choca violentamente con el despiadado orden sobre el que se sostienen los usos y costumbres vigentes. El amor, la amistad y la fidelidad a una esquiva verdad interior serán los hitos que guiarán a nuestro protagonista a través de este tragicómico trayecto entre las sombras.

Meša Selimović escribe con enorme profundidad. Su obra, impregnada de una honda comprensión de la grandeza y la miseria humanas, constituye una búsqueda de las grandes preguntas que vertebran nuestras vidas. 

«Impresionante novela existencialista repleta de aforismos sobre lo absurdo de la vida, los abusos cotidianos del poder, la deprimente ubicuidad del mal y la sorprendente fuerza del amor y las palabras (...). Una historia escalofriante y kafkiana que evoca El extranjero de Camus y A puerta cerrada de Sartre». The Washington Post

«Meša Selimović retrata a un hombre tan golpeado por la guerra que encuentra la vida ordinaria casi inalcanzable». Michael Pinker, Review of Contemporary Fiction 

Disponible en eBook

Sobre este libro han dicho:
  • ZENDA (Ricardo Martínez Llorca)

    Dolor y destino

    ¿De qué color es la oscuridad? Si fuera uniforme, no sucedería que a medida que uno va viviendo fuera encontrándose con distintas versiones de la oscuridad. En lo oscuro, ya se sabe, es donde resulta más probable toparse con el horror. Avanzamos a tientas, porque ahí delante no hay nada, y ese es el espíritu que dio lugar a las corrientes existencialistas, que están presentes en esta novela: «A menudo descubro mi incapacidad absoluta para comprender a los demás. Lo que dicen no es lo que hacen, pero ¿es lo que piensan? Tal vez ni ellos mismos lo sepan».

    Los temas que va tratando son siempre tan contundentes como la incapacidad para acostumbrarse a convivir con la muerte, la duda de si a la hora de la verdad somos malvados o nos limitamos a obrar mal porque somos desgraciados, la relación ineludible entre el dolor y el destino, el momento de cuestionarse a uno mismo y su autoimagen, la constante sorpresa que supone en nuestro ánimo las reacciones de los demás o la valentía de ser o intentar ser honesto. Estamos, una vez más, en un teatro de lo absurdo, pero en el que el absurdo se aleja del humor a grandes zancadas. Estamos en una sociedad presa del malestar que generan la cárcel de la tradición o de las imposiciones religiosas, de las jerarquías sociales que consiguen castrar a los individuos. En ese líquido nada nuestro protagonista, un hombre sin trabajo empeñado en abrirse camino al amparo de su mujer, con la que vive una constante historia de amor y desamor a cuenta de la pobreza.

    «¿No había bien sin violencia?», se preguntará. La novela está repleta de frases geniales, casi aforismos. Pero Meša Selimović no pretende ser un autor que destaque sólo por el ingenio, por deslumbrarnos con grandes fogonazos. En la distancia más larga va creando una denuncia, sostenida por una estructura muy sencilla, un encadenamiento de sucesos a través de un protagonista al que, maldición, no dejan de sucederle cosas, avatares que tienen un efecto acumulativo. A medida que avanzamos en la lectura vamos deseando que algo interrumpa, por salvación o desgracia, este devenir, esta lucha entre el individuo y el mundo, en la que si pretendes ganar debes apostar por el mundo.

    La meta de nuestro hombre sigue siendo el bien: «Que Dios te perdone, hombre decente, a quien la gente no le permitía serlo: cumpliste con tu deber, aunque fuera muerto de miedo (…). Le contaría a Tijana la extraña historia de aquel que se convirtió en héroe por el miedo y por un sentido de honor nacidos de la vergüenza». En un mundo estúpido, en un mundo en involución, en un mundo estratificado y cimentado sobre la maldad, el miedo parece venir a explicar casi todo, incluido, para nuestra sorpresa, el heroísmo de intentar ser buena gente. Este enunciado expresa algo que se nos antoja inviable, es una aporía, y sobre esa idea tan inquietante se construye esta magnífica novela.

  • EL CULTURAL (Patricia Pizarroso)

    Mesa Selimovic y la lucha por romper el muro

    Clásico de la literatura yugoslava, Mesa Selimovic construye en esta novela una ácida crítica a los caprichos del poder

  • DIARIO DE SEVILLA (Javier González Cotta)

    La vida como bifurcación

    La obra de Mesa Selimovic, ambientada en la Bosnia otomana, ahonda en la conciencia del hombre en un mundo donde lo justo y lo injusto se difuminan.

    Junto a Ivo Andric, la literatura bosnia halla su otro clásico pilar en la obra narrativa del más desconocido Mesa Selimovic (Tuzla, 1910-Belgrado, 1982). Se publica ahora La fortaleza, novela que cuenta con la loable traducción de Miguel Roán, dado que el estilo literario de Selimovic es sutil pero sinuoso, directo y ondulante, conforme una voluntad de contradicción personal que envuelve, como veremos, a sus personajes. La fortaleza y la anterior El derviche y la muerte, ambientadas en lo hondo de la Bosnia otomana, suponen dos de los títulos más señeros de la literatura yugoslava del siglo XX.

    (...)

    Sobre un paisaje y un correlato de tinte costumbrista (el Sarajevo del XVIII), donde se describe al detalle el pormenor de la vida en el tiempo otomano, lo que se impone, cara al lector, es una suerte de culpa y expiación, de ambivalencia entre el bien y el mal, de sístole y diástole moral, en torno al mundo que la autoridad del sultán, en su abstracta pero imperativa forma, ha impuesto a los hombres, lo que recuerda en parte, como ha visto Casals, a El castillo de Kafka. Frente al poder y al opresivo efluvio que crea alrededor, donde todo se acepta bovinamente y nadie protesta (salvo la figura de un joven imán ácrata e imprudente), el joven Sabo se refugia en el amor de su esposa Tijana. En torno a ella se forma otra fortaleza alterna, un espacio intocado, donde no puede llegar el abuso o, si llega, lo hace de forma tamizada (la figura de Tijana se inspira en la mujer del propio escritor, a la que amó y dedicó El derviche y la muerte con epitáfica dedicatoria).

    Sin embargo, lo que marca el sello de Selimovic es el dilema que parte del orden establecido y que anega todos los ángulos. Quiere decirse que aquí no se habla en términos puros de opresión y libertad. La fortaleza no contrapone del todo el bien al mal. Ambos conceptos no están llamados a derrotarse. Hay que aceptar que tal vez no existe el equilibrio virtuoso (lo sugiere Roán en su epílogo al libro). De ahí la concepción de un mundo donde todo resulta borroso, donde quien hace el bien puede hacer el mal, donde lo aparente lleva a su opuesto y donde, en suma, el hombre se debate en su propia contrariedad. De ahí el tono mortificante y culposo en el joven Ahmet y en otros tantos personajes, sometidos a la autoridad y al halo que crea como entramado fatalista de delaciones, conjuras y medias verdades.

  • CTXT (Marc Casals)

    Kafka en el Imperio otomano

    Se publica en castellano ‘La fortaleza’ de Meša Selimović, un clásico de la literatura yugoslava.

    A la pregunta de qué sería si no se dedicase a la literatura, una vez Meša Selimović respondió: “Confesor y espía, es decir, escritor”. Criado en un ambiente tradicional musulmán en Bosnia, durante la Segunda Guerra Mundial luchó con los partisanos de Tito, pero su comunismo se tambaleó cuando las autoridades fusilaron a su hermano por una acusación falsa. Sus obras fueron criticadas por falta de sentimiento hasta la novela El derviche y la muerte, para la que se inspiró en el asesinato de su hermano trasladando la acción a la Bosnia otomana. Tanto en El derviche como en su siguiente novela, La fortaleza, que acaba de publicar Automática Editorial, el poder aparece como una fuerza kafkiana que dispone del individuo sin que este tenga una idea clara de lo que ocurre. Pese a haber mostrado como nadie el universo de los musulmanes bosnios, Selimović se definía como serbio y la marginación de su entorno por esta razón le llevó a cambiar Sarajevo por Belgrado. Está considerado como uno de los mejores escritores yugoslavos y un referente de la literatura sobre Bosnia, a la par del Nobel Ivo Andrić.

    (...)

    Además de criticar la tiranía de cualquier dogma, Selimović se ocupa del poder en unos términos que, a veces, recuerdan a la obra de Kafka, pero ambientada en el Imperio otomano: como el agrimensor K. en El castillo, sus personajes se hallan sometidos a los designios de una autoridad impenetrable; como Josef K. en El proceso, son castigados por una culpa difusa. Selimović trazaba el origen de su miedo a la autoridad en la relación con su padre, tan distante que, frente a él, Meša y sus hermanos se sentían “como granos de arena”. En La fortaleza, un estudiante predica en la mezquita contra el poder, al que considera “el peor de los vicios”: “Por él se mata, por él se muere, por él se pierde toda apariencia humana”. 

    (...)

    Uno de los rasgos más sugestivos de El derviche y La fortaleza es su ambientación otomana, que Selimović explicaba por la voluntad de prevenir reacciones negativas y dar a las historias un valor universal. En ambas, el islam y lo oriental resultan omnipresentes: los epígrafes de El derviche son versículos del Corán, abundan las citas de sabios como Avicena, Ibn Arabi o Rumi y la profusión de turquismos, arabismos y persismos es tal que las ediciones originales llevan glosario. Con todo, Selimović era ateo y tenía un conocimiento somero de la filosofía islámica: “Si en mi obra está presente, proviene de este suelo, de mis raíces musulmanas, de nuestra tradición, de nuestro espíritu. Me embebí de eso y me caló hasta tal punto que simplemente es algo que emano”. Sus novelas quizás sean la representación más completa del universo tradicional de los musulmanes bosnios: derviches, señores otomanos, jurisconsultos de la sharía, artesanos de metales y pieles, calígrafos, muecines que llaman al rezo desde el alminar… El mundo cuyos rescoldos Selimović contempló durante la infancia rebrota en sus libros con una viveza cautivadora.

    (...)

    Precisamente la complejidad bosnia haría que Selimović llegase al fin de sus días con un regusto amargo. En los años 70, los musulmanes iniciaron un proceso de “afirmación nacional” al que el escritor se mostró contrario por considerarse serbio. Esta oposición a un proyecto favorecido por el régimen, sumada a su amistad con intelectuales nacionalistas serbios y a las universales envidias literarias, le condujo al ostracismo. Decidió marcharse para siempre a Belgrado e, incluso enfermo en una cama de hospital, recogió en testamento la voluntad de que su mujer e hijas permaneciesen en la capital serbia: “En Bosnia hay gente resentida por mi conducta, independencia y éxito que podría vengarse mezquinamente contra mi familia”. Falleció en 1982, pero su obra pervive con la tenacidad que evoca el narrador de La fortaleza al visitar una biblioteca en Sarajevo: “La huella visible de una mano que, en el pasado, escribió líneas irregulares reta a la muerte; las palabras y su sentido viven sin interrupción, como una fuente que no se seca, como una luz que no se apaga. A fin de cuentas, no todo lo humano muere”.

  • EL ESCRIPTORIUM (Fernando Bonete)

    Una de las mejores y más imprescindibles recuperaciones del año

    El protagonista de esta historia, Ahmet Sabo, no solo no se pliega ante la opresión del régimen y su aparato. Lo que es más importante: no se pliega ante la serie de restricciones ambientales desplegadas en la sociedad, ante ese clima de dominio sutil, que opera mediante la normalización de un sentimiento único y el conformismo generalizado de los ciudadanos que atenaza desde el subterfugio.

    Eso que hoy denominamos cultura de la cancelación es el principal enemigo de un protagonista-chivo expiatorio en el que Selimovic consigue encarnar como en pocos personajes en la historia de la literatura, con una prosa fluida y paradójicamente claustrofóbica, el compromiso con la verdad y la libertad, y los problemas, sacrificios personales y familiares y el sufrimiento que trae consigo esta representación del bien frente al mal. 

  • ACEPRENSA (Javier Moreno Pedrosa)

    En La fortaleza, que ve la luz ahora en español, relata el regreso al hogar y a la vida corriente de Ahmet Sabo, un joven de treinta años que ha participado en la guerra contra los rusos. Procedente del frente, donde ha visto lo peor y lo mejor del ser humano, descubre que en la sociedad de su tiempo también son manifiestas las miserias y las grandezas, aunque encubiertas por un aparente orden social en el que sobresalen el ansia por el poder despótico y una hipocresía egoísta. “Todos somos al mismo tiempo milagro y penitencia”, señala.

    Ahmet sólo aspira a la honradez y a la valentía, aunque ello conlleve en ocasiones el menosprecio de los poderosos, que intentan dejarlo de lado a causa de su compromiso con el bien. Aparecen personajes memorables, como el espía Avdaga, que recuerda a Javert de Los Miserables. Poeta y observador, Ahmet conocerá el amor de una sencilla mujer (que redime y calma todos los defectos), y en su búsqueda de trabajo y prosperidad aprenderá a ser feliz y bueno en medio de una pobreza y una sociedad injustas.

    La novela está cargada de reflexiones profundas sobre la amistad, la conciencia, la justicia, la patria, el orden social, el mal, etc. Son muchas, de hecho, las frases que se pueden subrayar. Se ofrece además un rico retrato del ser humano a través de la galería de personajes que desfilan en la novela: amigos valientes y cobardes; políticos en su mayor parte corruptos, un predicador…

    Para explicar su peculiar estilo narrativo –que recomiendo conocer–, y salvando las distancias culturales, cabe decir que recuerda a Sigrid Undset (por la ambientación en una época pretérita, en este caso el siglo XVIII; por el estilo, a veces algo oscuro, con saltos entre escenas o pensamientos sin previo aviso; y por la cantidad de reflexiones hondas en diálogos y narración); a Naguib Mahfuz (porque sus personajes hablan mucho y sin prisas, disfrutando de la conversación, de modo que la acción narrativa pasa a un segundo plano y se describe un entorno exótico para un centroeuropeo); y a Pearl S. Buck en su trilogía La familia Wang (porque los protagonistas han de sobrevivir en medio de la pobreza y el desconcierto que genera la naturaleza humana).

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